Un día un primer hombre habrá dicho, “Esta cueva es mía”. Durante bastante tiempo he pensado en realizar una obra en la cual expresara la idea de que la violencia no es una característica natural del ser humano, como suelen decir, sino que proviene de la necesidad de reacción delante de una circunstancia indeseada, sintiéndose agredido, violado.

Cuando los filósofos Luca De Pietri y Giorgio Palma me invitaron a participar en el evento Il Corpo Violato, promovido por la Fundación Art Philein, sentí que este sería el catalizador de este proyecto y les expliqué mi idea de una videoinstalación en la que alguien fuera invadido en su espacio, física y culturalmente. Desde el principio establecí una relación entre música y cultura, lo que me llevó a la idea de combinar el nombre de un instrumento y la palabra violencia. Este fue el inicio de Viola-Me.

El cosa es alguien que no representa a nadie. Su cara es blanca y plana, sin color ni carácter y habita un ambiente impregnado de su presencia. Decidí crear tres pinturas de gran formato que representaran las paredes de este ambiente, usando placas de hierro oxidado para estampar formas de cosas y pigmento de hierro con terracota para grabar marcas de mi cuerpo en las telas.

Cuatro personas entran en el espacio empujando un piano, creando un muro que divide el área en dos lados. Al notar la presencia de El cosa al otro lado, empiezan a apilar libros sobre el piano, creando con su cultura una barrera aun más alta. Luego traen tres sillas, tres violas y empiezan a afinar sus instrumentos.

Sintiéndose invadido, El cosa expresa su descontento y al no haber diálogo, rechaza la invasión destruyendo los elementos que la representan, en un ritmo creciente de acuerdo con sus sentimientos. Su comportamiento agresivo, conduciéndole a sentimientos de dolor y pena por si mismo y por su agresor es mi principal discurso en Viola-Me, la involuntariedad y la tristeza contenidas en la violencia y la apatía de la sociedad moderna delante de ello.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La composición Trío para violas y piano ausente reflexiona sobre la autocomplacencia y etnocentrismo en que a veces caemos, no solo en la
cultura occidental sino en todas las demás culturas.

En el contexto de la instalación Viola-Me alude al marcado contraste que se
da cuando nos encerramos en nuestros propios valores, en nuestra propia alienación y ésta se convierte en un antifaz que nos impide actuar y ser consecuentes.

La pieza esta construida sobre un patrón armónico que se repite constantemente y sobre el cual se dibuja una línea melódica más bien melancólica; la parte central de la pieza alude a procedimientos de contrapunto que representan la búsqueda de una raíz en el pasado pero que al no resolverse hacia el presente vuelven al patrón inicial, constante, obsesivo y distanciado.

Iván Lorenzana
Compositor

 

 

 

 

 

Turín, Italia junio de 2100